
(Recomiendo leer esta reseña luego de haber visto la película. Spoiler alert!)
Si tuviera que medir cuán exitosa es una película según el impacto emocional e intelectual que me ha generado, Una mujer fantástica (2017) es la que mayor éxito ha tenido en los últimos meses. Esta película de Sebastián Lelio ha logrado revolverme el estómago, me ha anudado la garganta, y me ha causado unas cuantas lágrimas. La actuación inolvidable de Daniela Vega y la mirada de Lelio han sido una revelación para mí, que estoy cada vez más ávido del gozo incomparable que regala el arte hecho con consciencia social, con profunda humanidad, y con genialidad estética.
Una mujer fantástica es la historia de Marina. Ella es una joven chilena que vive en la capital de su país. Marina es mesera y cantante, y la vemos por primera vez cantando de manera pícara “Periódico de ayer”, de Héctor Lavoe. Marina tiene una relación amorosa (simple, tierna, apasionada) con Orlando (Francisco Reyes), un hombre mayor, divorciado, con quien comparte apartamento. Marina es una mujer trans.
Su vida entra en un momento difícil cuando, a mitad de la noche, Orlando se siente enfermo. Marina, desesperada, lo lleva al hospital, donde fallece a causa de un aneurisma. A partir de este momento, el mundo ideal en el cual Marina tenía una relación abierta con un hombre divorciado parece desvanecerse. La película, centrada prácticamente todo el tiempo en Marina, su rostro, su cuerpo y su voz, nos hace acompañarla a través del proceso tortuoso de enfrentarse a los otros, cuyos prejuicios y emociones sobre ella parecen despertarse a partir de la muerte de Orlando. Por un lado, las autoridades policiales, con la excusa de acompañarla en el proceso, le dan un trato tan denigrante que no es claro si Marina es considerada una víctima o una criminal. La escena en la cual Marina es auscultada por una policía y un médico como si fuera una “criatura extraña”, con la excusa de hacer una revisión médica que pruebe que no ha sido sometida a ningún abuso físico, es una de las más dolorosas de la película. Por otro lado, la familia de Orlando, obligada a enfrentar (aunque ya lo supieran) la existencia de Marina, opta por hacer todo lo posible para desaparecerla, negándole no sólo el derecho a hacer el duelo, sino casi que el derecho a existir.
Una mujer fantástica nos relata con belleza la dureza de vivir como trans en este mundo. Sus recursos estéticos son memorables. Hay una constante reflexión en torno a la identidad. Así sucede a través de uno de los medios más populares en el cine cuando se trata de la feminidad: el reflejo. Mariana se encuentra en muchos momentos con su propia imagen reflejada en espejos y cristales, como una pregunta constante. La misma reflexión se hace presente en la voz de Marina: desde el momento inicial en que la escuchamos cantar con una voz grave, pasando por sus ejercicios de entonación como un mecanismo para existir, hasta la escena final en la cual la vemos cantando “Sposa son disprezzata” (“Soy esposa y despreciada”).
Y hay varias voces que intentan responder a esta pregunta. Por una parte, la familia de Orlando, representando una parte de la sociedad, que intenta borrar a Marina diciéndole homosexual a modo de insulto, llamándolo “Daniel”, y queriendo desaparecerla, una acción que toma niveles aterradores en la secuencia (¡tan profundamente simbólica!) en la cual desfiguran su rostro poniéndole cinta alrededor. Por otra parte, el paternal profesor de canto que parece poco interesado en darle vueltas a la vida, y cuya respuesta apunta más al simple hecho de aprender a ser. Y, al final, respondiendo por ella misma, Marina nos permite atisbar quién es de manera contundente a través de esa inolvidable imagen de su rostro reflejado en aquel espejo que posa entre sus piernas.
La obra de Lelio está compuesta con inteligencia y tacto. Su narración mantiene la atención todo el tiempo, y así como nos golpea con su retrato crudo de la discriminación, nos maravilla con esas secuencias de ensueño en las que Marina busca cierto alivio. La película está llena de tomas estéticamente bellas, está acompañada por una banda sonora (a lo Almodóvar) que aporta tanto a la tensión como al significado, y sobre todo tiene muchos símbolos cuya elocuencia depende de la apertura del espectador. (¿Qué me dicen del nombre de la iglesia de donde Marina es expulsada por la familia de Orlando?) Sin lugar a duda, Una mujer fantástica una película que genera en nosotros muchos sentimientos (rabia, compasión, ternura, angustia, dolor) denunciando cómo algo tan ordinario como vivir el duelo de un ser querido puede ser una pesadilla para una persona trans en una sociedad cuya mentalidad no es tan moderna como el paisaje urbano de Santiago de Chile.
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