THE SQUARE (2017)

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The Square (2017) es una película divertida e inteligente que disfruté muchísimo. No dejé de reír y de pensar en cómo se ha construido el concepto del museo y del arte en estos tiempos que corren. Siempre me ha costado mucho lo posmoderno: las exposiciones de arte que siento que me repelen y me hacen sentir ignorante y poco apta para sentirlas y entenderlas, y que me hacen preguntarme si preferir lo figurativo es mediocre. Justamente The Square pone el dedo en ese cráter.

La película muestra la vida cotidiana de un curador sueco y, por tanto, hace evidente varias cosas: esa tensión entre los mendigos que viven de monedas y los eruditos ricos que pasean entre exposiciones, donaciones al arte y cenas lujosas con la élite cultural; cómo las obras, para sobrevivir, deben usar a los medios y cómo esos medios también median la forma en que el público accede a «lo artístico»; las características del arte conceptual y cómo, para los ignorantes como yo, está vacío (y por eso un conserje puede confundir la obra con mugre y barrerla, y por eso el mismo curador puede arreglar ese entuerto reorganizando las pilas de gravilla como si fuera su creador) mientras para otros está lleno de significados y de razones para vivir, consumir y trabajar en ello (las profundas explicaciones de los artistas, la tolerancia que tienen elegantes invitados a ser parte de un performance y el dinero que circula y permite hacer fiestas de electrónica en el museo). Disfruté las imágenes (la insistencia de mostrar cuadros en todas partes), la música vocal y los diálogos brillantes y juguetones, y el personaje de Christian, que logra, efectivamente, mostrar lo bello y lo feo de tener a cuestas la tarea de mover la cultura.

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Christian (Claes Bang)

Me parece que la película no se cierra a la posibilidad de un arte posmoderno, pero sí critica con sensibilidad su conexión con los públicos, su pose de espontaneidad que termina siendo calculada y su insistencia en usar la forma para resistir lo tradicional y para incomodar al público con códigos conceptuales que solo algunos construyen y dominan.

Salí de The Square muerta de risa y abierta a que alguien me explique, con cariño y pedagogía, cómo trapos con sangre o botones de colores o performances en que muere un perro son arte, cómo esos objetos muestran una experiencia vital del artista y, al tiempo, me interpelan estéticamente a mí.

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