(Recomiendo leer la reseña luego de haber visto la película. Spoiler alert!)
Get Out (2017) es la más reciente película de Jordan Peele, un veterano comediante que ahora se ha lanzado como director de cine, llevando a la pantalla una historia escrita por él mismo. Su opera prima ha sido uno de las sorpresas de la temporada, pues pasó de ser una producción independiente de bajo presupuesto a ser un éxito en la taquilla, a tener cuatro nominaciones en los Premios Óscar, y sobre todo, a despertar una oleada de comentarios y reflexiones en torno al siempre discutido tema del racismo.
El tono de la película se establece con la secuencia inicial: una interesante toma continua en la cual un hombre afroamericano es secuestrado durante la noche en un solitario suburbio de la que podría ser cualquier ciudad estadounidense. La escena no sólo crea un ambiente de suspenso (algo así como cuando conocemos a Laurie en Halloween), sino que al utilizar como música de fondo la canción Run, Rabbit, Run, también marca el carácter irónico de lo que vamos a ver. La música cambia para presentarnos a nuestros protagonistas, Chris (el polifacético Daniel Kaluuya) y su novia, Rose (Allison Williams). A él lo conocemos a través de sus fotografías y de su apartamento, un espacio moderno en donde casi como intrusos lo encontramos en el reflejo de un espejo mientras se afeita. A ella la encontramos mirando en una vitrina mientras escoge qué comer, una actitud que luego tomará dimensiones insospechadas. La sonrisa que vemos a través del cristal al terminar la película revelará que tiene algo más que picardía. Los dos se preparan para una anticipada visita a los padres de Rose, un neurocirujano retirado (Bradley Whitford) y una psiquiatra especialista en hipnosis (la siempre maravillosa Catherine Keener). La situación agobia a Chris por temor a los prejuicios que existan respecto a él por ser afroamericano. Al llegar a donde la familia, se encuentra con una inusual actitud de acogida, liberalidad, y mente abierta. Sin embargo, poco a poco la cortesía se revela hipocresía, y la película se torna en una pesadilla de la cual, efectivamente, queremos huir.
Debo confesar que acercarme a Get Out ha sido una experiencia inusual para mí. Muchas veces cuando intento analizar una película descubro con rapidez por dónde «acceder» a ella, casi siempre más por una vía de acceso emocional que intelectual. Con la película de Peele el ejercicio no fue fácil, pues de alguna manera lo que vi me resultó en un principio inasible, porque tiene muchos elementos sucediendo de manera simultánea. Cuando pienso en las expectativas que llevaba al verla, me viene a la mente la idea de que se trataba de una película de terror. No obstante, cuando va sucediendo la película, es claro que se trata de una historia que quiere prescindir de los límites propios de los géneros. Aunque intenta generar sobresalto a través de algunas secuencias de suspenso y terror (¡sangre y violencia explícita!), en muchos momentos es una comedia y en otros es un drama en todo el sentido de la palabra. Esta combinación de géneros juega a favor de la película porque de manera sutil hace una declaración política, que parece ser la intención inicial de Peele.
En el mismo año en el cual Black Panther (2018) ha generado un interesante fenómeno ante lo que significa ser afrodescendiente, Get Out se aproxima de manera menos ingenua a la pregunta respecto a qué significa llevar esta identidad en nuestros tiempos. En este sentido quisiera comentar dos aspectos. Por una parte, es interesante tomar consciencia del tipo de personajes afroamericanos que son representados en la película. Están lejos de los estereotipos comunes del cine y la televisión. Chris es una persona exitosa, educada, dedicada a la fotografía, con una vida que, según su entorno material, podríamos considerar exitosa, que además tiene una relación con una mujer blanca. El rol de su mejor amigo Rod (LilRel Howery), pese a cumplir la función de aliviar la narración con su sentido del humor, no deja de tener su lado crítico al ser representado (a pesar de no serlo) como «auténtico policía», un gremio normalmente asociado con el racismo. Este tipo de figuras desafían los representaciones comunes con sólo aparecer en la pantalla.
Por otra parte, y creo que esto es lo más relevante de Get Out, lo que representa la familia de Rose es un mundo en el que el racismo ha tomado otras formas, quizá dentro del marco de lo políticamente correcto. Tanto la familia de Rose como los invitados a la particular reunión organizada en la casa sacan a relucir personajes emblemáticos de la comunidad afroamericana (Obama o Tiger Woods), y la idea generalizada de la superioridad física de su «raza». La admiración que profesan se pervierte cuando descubrimos que todos están reunidos porque la familia de Rose se dedica a vender al mejor postor, en una subasta escalofriante y silenciosa, a personas afrodescendientes. La intención es, a través de un mecanismo tipo Black Mirror, meter la mente de una persona blanca en el cuerpo de alguien negro. Lo aterrador de la idea es precisamente que omiten el hecho de que el otro es persona, no porque lo consideren de menor categoría, sino basados en una admiración prejuiciosa. Al final, los prejuicios son prejuicios: una mirada sesgada que aniquila a las personas en su singularidad. No quiero negar que la violencia racial sea un asunto relevante tanto en la sociedad como en la película, pero creo que Peele apela algo más sutil y profundo cuando el sufrimiento más intenso de sus personajes tiene que ver con la imposibilidad de ser ellos mismos bajo una mirada que los ausculta minuciosamente, la condena a permanecer en silencio, la sentencia de tener que usar una máscara en una sociedad que no termina de verlos como seres humanos.
Creo que se quedan muchos elementos sin mencionar. No obstante, como comentario final, quisiera reconocer que la fotografía de la película es bellísima, y que tiene un poder particular. Esa obsesión de la cámara con los primeros planos, que son tan hermosos como asfixiantes, me ha recordado lo que hicieron muchos fotógrafos durante los 50’s y 60’s, cuando el movimiento por los Derechos Civiles estaba en plena ebullición. Esta mirada cuidadosa, casi documental en algunos momentos de la película le da un valor agregado a Get Out. Así como Gordon Parks, con sus fotografías y documentales supo borrar la frontera entre arte y activismo, creo que lo hace Peele desde una mirada contemporánea.