THREE BILLBOARDS OUTSIDE EBBING, MISSOURI (2017)

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(Recomiendo leer la reseña luego de haber visto la película. Spoiler alert!)

En estos días buena parte de las películas son promocionadas como «basadas en una historia real», en un intento por hacerlas más atractivas al público y por otorgarles una cierta cualidad de realistas. Esta apuesta de los encargados de producir y exhibir las películas, quienes nunca aclaran el nivel de veracidad de las historias excusándose en el «basado», tiene algunos problemas de fondo. Por una parte, está el asunto de la realidad cinematográfica. Empecemos por reconocer que lo que acontece en frente de las cámaras no es la verdad propiamente dicha (suponiendo que existe una sola definición de ella), sino una versión particular: es la realidad que emerge frente a la cámara cuando las personas se encuentran a través de los medios propios del cine (la locación, la cinematografía, el guión, la interpretación, etc.). Ni siquiera los documentales, que apelan a relatos lejanos a la llamada ficción, se alejan de este tipo de verdad o realidad cinematográfica. En ese sentido, la tal presunción de ser historias reales puede ser engañosa. Y por otra parte, quizá no siempre se ha hecho consciencia sobre el detrimento que esta idea produce respecto al valor de crear historias, personajes, situaciones. No obstante, este ejercicio imaginativo, el de la creatividad, que sucede en las historias de ficción, puede resultar tan o más cercano a lo que experimentamos como seres humanos.

La reflexión (que puede parecer algo pesada) me ha venido luego de ver Three Billboards Outside Ebbing, Missouri (2018), el último largometraje de Martin McDonagh. Resulta que ver esta película ha sido una experiencia impactante, de sentirme profundamente afectado por el mundo emocional de todos los personajes, de casi padecer el dolor y la rabia que atraviesa esta historia de ficción, pero sobre todo de generar una empatía con ellos desde la claridad de que lo mismo que los personajes viven, yo lo he vivido o lo podría vivir. Tengo certeza de que ha sido de esta forma no porque la película pretenda copiar la realidad, (cosa que además es imposible), sino porque usa con maestría el lenguaje cinematográfico para construir un universo psicológico verosímil.

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Mildred (Frances McDormand)

La historia es sencilla, conmovedora y desgarradora: en el pequeño pueblo de Ebbing, Mildred (Frances McDormand), la madre de una joven violada y asesinada siete meses antes, decide poner tres grandes anuncios a lo largo de una carretera a las afueras del pueblo, en vista del silencio respecto a los responsables del crimen. Los anuncios trasmiten con brevedad y contundencia su mensaje a través de tres frases: «Violada mientras moría», «Todavía ningún arresto», y finalmente «¿Cómo es esto, Jefe Willoughby?» El acto de Mildred desencadena la furia, la compasión y la indignación de los habitantes de un pueblo que parece signado por la mojigatería, la indolencia, y los callados prejuicios. El jefe de policía, Woody Harrelson, y uno de sus oficiales más particulares, Dixon (Sam Rockwell), intentan hacerle frente a la crisis desatada por los anuncios, y mientras tratan de lidiar con los reclamos de Mildred, también intentan resolver sus no sencillas vidas.

La película funciona con eficacia en muchos niveles. Narrativamente, logra mantener la tensión continuamente, conectando con inteligencia una coherente cadena de causas y efectos, pero añadiéndole giros inesperados, pero no descabellados que llevan al espectador del cielo al infierno en cuestión de minutos. En cuanto a los temas que trata y el tono de la película, McDonagh demuestra su talento al hilar de manera acertada temas de calado político, como el racismo, la violencia sexual y familiar, la estructura machista, las incoherencias del sistema judicial, con toques de humor, ironía, y una cierta ternura que emerge en los momentos más dolorosos. Esta capacidad de sugerir asuntos socialmente problemáticos sin tornarse en un discurso sobrecargado permiten que el mensaje llegue a través de breves comentarios, insinuaciones, o pequeños detalles.

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Willoughby (Woody Harrelson) y Dixon (Sam Rockwell)

Esta amalgama que desafía las barreras propias de los géneros, y que quizá no se define simplemente diciendo que es una «tragi-comedia», es posible por el tipo de personajes. McDonagh ha construido unos personajes multidimensionales, que nos permiten visitar un amplio espectro del universo emocional. No sólo la rabia, el dolor y la zozobra, sino también la alegría, la esperanza y la empatía, hacen parte de los tres personajes principales: Mildred, Willoughby y Dixon. No estamos ante una simple fórmula de buenos y malos, no existe en Three Billboards un mundo donde moralmente sólo se puede ser intachable o deleznable. Estamos ante personajes que, como decía antes, psicológicamente, socialmente también, están más cerca de retratar una persona real. Sin duda alguna, estos personajes no existirían sin la actuación del grupo de actores que los representan. Las palabras son poco para elogiar el trabajo de McDormand encarnarnando una fuerza incontrolable como Mildred, el de Rockwell para ser el detestable redimido, o el de Harrelson como el pragmático y profundo jefe de policía. (Las cartas que éste último deja luego de morir son una belleza).

Concluyo refiriéndome a dos escenas particularmente poderosas. La primera, cuando Mildred, en un acto de venganza, decide (injustamente, sabremos después) prender fuego a la estación de Policía. Ese momento en el cual, ante los ojos de ella, Dixon intenta escapar del fuego y decide salvar consigo únicamente el archivo del caso de la hija de Mildred, es profundamente conmovedor. Y lo es porque por un momento los papeles se invierten, y Dixon hace eco con sus acciones de las palabras póstumas de Willoughby. En esa secuencia crece la empatía que ya comenzamos a sentir por él cuando conocimos a su particular madre. Y la segunda escena, también relacionada con este personaje, es cuando estando en el hospital se encuentra con Welby (Caleb Landry Jones), el joven publicista a quien casi mata por una golpiza totalmente injustificada. Situándonos en el lugar de Dixon gracias a la «cámara subjetiva» (detrás de las vendas luego del incendio), resulta aún más desconcertante y conmovedor cuando Welby, sobreponiéndose a sus deseos de venganza, le ofrece con candor un vaso de jugo de naranja.

He aquí el cine: este mundo ficticio que nos hace sentir tan reales.

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Willoughby (Woody Harrelson) y Mildred (Frances McDormand)

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