BOYHOOD (2014)

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Quizá porque me estoy acercando a los 30 años, o quizá porque mi vida tiene mucho que ver con acompañar la vida de tantos niños que recorren ese venturoso viaje hacia la juventud, o quizá porque es cierta la acusación de muchos sobre mi sensibilidad acentuada en cuanto al cine, o quizá, simplemente, porque es una misteriosa obra maestra, no he podido dejar de darle vueltas a Boyhood (2014) desde que la vi hace un par de días.

Es indispensable comenzar hablando de su director: Richard Linklater. A lo largo de los años ha sido un creador controvertido, algunas veces ovacionado por el público y la crítica, otras veces reprobado violentamente, curiosamente basados en una misma cualidad de sus películas: historias simples, con estructuras narrativas bastante libres, si cabe darles esa cualidad. No obstante, aunque para algunos es su mayor defecto, este aprecio por las narraciones elementales tiene mucho que ver con el misterioso poder de Boyhood. No es la primera vez que Linklater se arriesga al hacer una película (basta mirar la técnica Waking Life, 2001) o que coquetea con el asunto del tiempo en torno a unos mismos personajes (en esto consiste su trilogía compuesta por Before Sunrise, 1995, y sus dos secuelas de 2004 y 2013). Sin embargo, en Boyhood da un paso aún más significativo al lanzarse a contar la historia de un niño, Mason (Ellar Coltrane), a lo largo de doce años: desde que tenía tan sólo seis hasta cuando comienza su vida universitaria. Con la confianza de la productora IFC Films, que accedió a financiar el proyecto durante los doce años de filmación, Linklater reclutó a su actor de cabecera, Ethan Hawke, y a Patricia Arquette para que hicieran de padres del pequeño Mason. Reuniéndose con los actores unos cuantos días cada año, logró un efecto nunca antes visto en el cine, pues vemos en la pantalla cómo Mason pasa de ser un niño gordito de miradas curiosas y suspicaces, a un joven (¡con un increíble parecido a Ethan Hawke en su juventud!) introvertido, de miradas profundas, que se plantea qué quiere hacer con su vida; vemos cómo unos padres inexpertos maduran, construyen intrincadas relaciones amorosas, empiezan a tener unos kilos de más y unas líneas de expresión más marcadas. El cambio en todos los personajes es casi tan impresionante como natural por el ritmo mismo de la película, que nunca explica el paso del tiempo con datos específicos sobre los años en que suceden los acontecimientos. Sin duda alguna, este ha sido el proyecto de la vida de Linklater, quien incluso hizo prometer a Hawke que terminaría la película en caso de que él muriera.

Haz click en la imagen para ver un breve documental sobre la película.

Ahora bien, creo que Boyhood, además de ser una revolución en cuanto a la técnica, tiene otros elementos (a lo mejor menos importantes para muchos) que la hace tan cautivadora. Dándole vueltas en mi interior a la película, me venía la sensación interior de familiaridad con estos personajes, como si las casi tres horas en las cuales uno los ve crecer y envejecer fueran suficientes para hacerse partícipe de sus vidas. Pero he llegado a la conclusión de que además de la increíble actuación de Hawke y Arquette, y del evidente cariño que se trasmite entre ellos luego de tantos años de «trabajar» juntos, es el poder de evocar la propia vida lo que hace que Boyhood sea cautivadora. Viendo la película yo mismo recordé mis propias «películas»: los momentos de sentirme buscando la atención de mi papá o de mi mamá, mis miradas de incomprensión sobre los comportamientos de los adultos, mis propias conversaciones con los compiches de turno sobre el recorrido sexual de cada uno, mis timideces variantes de adolescente con las mujeres y las aventurillas tenidas con algunas de ellas, mis temores sobre la respuesta respecto al sentido de mi vida, mis propias rabias por esa inexorable impotencia que se siente cuando se es niño, mis propios recorridos en bicicleta o patines con mis amigos, o mis primeros acercamientos a las opiniones políticas de las personas con las que crecí. Leí que Linklater dijo que quería que la película apareciera como aparecería si uno tratara de recordar sus años vividos. Pues es precisamente este poder, el de haberme evocado mi propio tesoro de recuerdos, el que me ha mantenido acunando las sensaciones que tuve viendo Boyhood. Sin duda alguna, para quienes se acerquen a esta película desde el punto de vista de papá o mamá, encontrarán también una riqueza invaluable, pues a veces uno podría decir que en vez de Boyhood podría llamarse Parenthood.

Por otro lado, la estructura narrativa de la película, que se fue armando con el paso de los años y con cambios no planeados fruto de la constante atención de Linklater a lo que vivían los actores, conecta de manera directa con la vida, con la manera como nosotros asumimos el paso del tiempo y el manojo de sentidos que le damos éste. Tal vez por ver tantas películas uno suele armarse una lectura de la vida a partir de grandes hitos, dramáticos y dolorosos, o alegres y placenteros. Viendo Boyhood uno espera que sucedan este tipo de acontecimientos: confieso que mi compañera de película (mi prima, colaboradora de Siete y Medio) y yo estuvimos esperando que hubiera algún choque automovilístico o una muerte inesperada. Pero no sucede nada de esto. Lo que se ve es la vida misma, en su simple complejidad: un conjunto de acontecimientos, algunos sencillos como reventarle la bomba de chicle al hermano u orinar una fogata para que se apague o montar en culumpio, algunos complejos como ver pelear a los papás sin poder hacer nada o enamorarse y desenamorarse por primera vez o cambiarse de casa y barrio. Acontecimientos que uno va viviendo, sin saber bien si tienen relación o están orientados hacia un sentido último; acontecimientos que uno padece, disfruta, llora, grita, goza… siente; acontecimientos que son nuestro eterno presente, pero que se van aunando en nuestro baúl de recuerdos imborrables sin que entendamos bien el criterio (aquí no existe frontera entre qué es vana y qué trascendental). Boyhood no da una respuesta al sentido de estos acontecimientos, a la pregunta última sobre la existencia, como queda claro en las palabras dichas tanto por el papá como por la mamá en sus respectivas últimas apariciones en la película, pero sin duda nos hace inquietarnos sobre lo que significa este conjunto de experiencias que llamamos vivir.

Termino diciendo que Linklater también ha acertado al elegir las canciones, buenas compañeras de la historia contada. Escuchamos, entre otros, a Arcade Fire, The Black Keys, Coldplay, The Hives, Paul McCartney, George Harrison, Foo Fighters... ¡Bastante buena la selección! Si pueden descargarla, se las recomiendo.

Auguro muchos premios para esta película. Pero más que eso, espero que ustedes disfruten Boyhood tan íntimamente como yo y que si logran describir lo que les despierta (cosa que me ha costado bastante), lo compartan aquí en Siete y Medio.

Ellar Coltrane y Richar Linklater.

7 Comentarios Agrega el tuyo

  1. deeptechbcn dice:

    He disfrutado mucho con esta película, al igual que leyendo vuestra crítica.
    Un saludo

    Fede Pérez.-

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    1. javierescolapio dice:

      Muchas gracias. La verdad es una de las película increíble.

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  2. Emilio van Dooren dice:

    Hey concuerdo contigo cuando mencionas sobre esta aura de familiaridad, cuando de repente el tiempo pasaba y el protagonista crecía un sentimiento de nostalgia o inclusive orgullo me invadía, era como ver crecer a mis hermanos o incluso a mi mismo. Debo agregar que el tema del alcoholismo tan renuente y aveces agresivo en el filme fue un reflejo de una grave adicción social y su forma de retratarlo es cruda como la enfermedad misma. Para mí ha sido una grata sorpresa encontrar esta película en la Cineteca y además poder leer tus palabras al respecto.

    Emilio van Dooren.

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    1. javierescolapio dice:

      Es cierto. Lo que dices de la presencia del alcohol en la película es real, aunque pueda pasar desapercibido.

      Qué bueno que disfrutes el blog.

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  3. Rafael Méndez dice:

    Me encantó esta película. La había esperado con ansias, pero por el afán de mi oficio no logré verla en cine. Pude verla apenas hace unas semanas y quedé como lo esperada: fascinado. La sencillez y cercanía del argumento, así como el buen performance de los actores hacen que esta película rompa todos los esquemas. Especial reconocimiento a Patricia Arquette por su preciosísimo papel, el de la madre ejemplar que no descansa, que sufre y ama.

    Quizá lo más precioso de la película sea cómo nos acerca a la evolución elemental de esta familia, y con la que nos recuerda a nuestra propia historia, la manera en como el tiempo cambia y nos cambia.

    Gracias por la sentida entrada, Javi.

    ¡Ya la tengo en mi colección de DVDs!

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