L’ÉCUME DES JOURS (AMOR ÍNDIGO, 2013)

javiperezosorio

Siempre he sido entusiasta respecto al trabajo de Michel Gondry, porque admiro el desparpajo con que se atreve a romper las normas establecidas en el lenguaje audiovisual para proponer unas propias, a veces confusas e inexplicadas, pero siempre originales y auténticas. Lo conocí (como tantas otras vetas del mundo del arte) a través de Björk, pues le ha dirigido varios videos a lo largo de su carrera, incluyendo su primer sencillo como solista, Human Behaviour, entre otros más (mis favoritos y recomendados: Army of Me y Bachelorette). También ha dirigido otros videos interesantes para The White Stripes (The Denial Twist y Fell in Love with a Girl), para The Chemical Brothers (Let Forever Be) y para muchos otros, donde es posible reconocer un mundo visual con sello propio. Pues bien, acercarse a su ultima película L’Écume des Jours (2013) (una vez más las traducción de los títulos sorprenden: en inglés Moon Indigo y en español Amor Índigo), conociendo sus trabajos anteriores, tanto en videos musicales como en largometrajes (sólo para recordar uno de sus más memorables: Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos, de 2004), es arriesgarse a la aventura de un mundo desconocido y fascinante.

Amor Índigo tiene, entonces, este carácter audaz y atrevido. La técnica del stopmotion tan querida por Gondry es llevada en esta película al extremo, filtrando el mundo visual con una explosión de color y movimiento, unas veces recargado, pero siempre en función del extravagante universo retratado. Y estamos frente a la extravagancia porque se trata de la adaptación del libro de Boris Vian (autor que no conozco bien, pero con quien tranzo ahora un compromiso de aprehenderlo), que lleva el mismo nombre que la película (en francés), reconocido por su estrafalario mundo urdido de poesía y confusión en torno al amor, la vida, la muerte, la música y la enfermedad. A decir verdad, las técnicas utilizadas por Gondry tienen un efecto fascinante para quien se deja divertir por él, para todos aquellos que tenemos un gusto (no siempre explicable) por la belleza que generan aquellas cosas que sin más existen, sin tener que darles una fundamento lógico, al mejor estilo de Dalí y sus obras. Sí, no todos están preparados para tal exuberancia visual, como lo dejaron claro algunas personas que se salieron de la sala de cine cuando yo estaba viendo la película.

Pese a que esta película es, a nivel de imágenes, la más «Gondry» de todas las que ha hecho Gondry, reconozco que su fuerte no es la historia. Por un lado, creo que no debe ser fácil adaptar un libro tan particular, pero también se nota la ausencia de uno de sus habituales colaborados en la escritura de los guiones, Charlie Kaufman, un genio del cine que ha trabajado con Gondry y con Spike Jonze en películas memorables por su singularidad narrativa (como Adaptation. o Being John Malkovich). Teniendo esto en cuenta y aceptando que se trata de una historia fantástica de amor trágico, digamos, convencional (un hombre que anhela enamorarse, que encuentra a la mujer indicada para él, que vive una felicidad inefable que se desvanece sin remedio a causa de la enfermedad), la historia de amor de Colin y Chloé evoca sentimientos profundos. La pareja de actores, Romain Duris y Audrey Tautou (que sigue siendo tan hermosa como cuando la conocimos en la inolvidable Amélie), destilan una inocente complicidad que no incita a otra cosa que a exigirse  uno mismo, como el protagonista de la película, a enamorarse. Ese amor, del cual nos embadurnamos al verlo, que empieza a marchitarse casi tan pronto como nos damos cuenta de que ha  florecido con vivacidad y color, es una metáfora de la vida misma, que se resiste a ser prendida y que pese a todo esfuerzo, como la casa de Colin, tarde o temprano se derrumba. Muchos elementos de esta película (al estilo de Gondry) no son explicados (como el ratoncito que acompaña a Colin o las imparables máquinas de escribir y sus corrientes mecanógrafos) y tal vez esto haya causado molestia en algunos. Pero, creo yo, qué bueno es descubrir con esta película que, a veces, las cosas que más nos atraviesan la vida (el amor, la enfermedad, la muerte, la pasión) no pueden ser explicadas, tan sólo vividas.

Un pendiente sobre Amor Índigo: ahondar en el mundo del jazz al cual nos abre.

Gloria Numeria

Conocía de Michel Gondry dos películas: Eternal Sunshine of the Spotless Mind (2004) y The Science of Sleep (2006). Sumo ahora L’Écume des Jours (2013). Me ha gustado mucho esta cinta: los actores, la música y el lenguaje que ya estaba vivo en “La ciencia de los sueños”, a saber, el juego de las formas y los colores para mostrar la vida en donde los humanos asumimos la muerte, en los objetos. También, me parece que la peli necesita ser vista más de una vez, pues hay mucha riqueza en los personajes pero, sobre todo, en sus relaciones. Vemos un amor bello pero silencioso, vemos la idolatría de toda una generación hacia una serie de ideales de libertad, amor y conciencia, ya caducos (Partre y su, no náusea, sino vómito), asistimos a la dinámica de un ¿alter ego? del protagonista, representado en un ratón, y vemos el paso del tiempo como un ejercicio de desgaste, decadencia y oscuridad. En general, me parece bello que en medio de la fiesta de los colores, la imaginación y el movimiento, se narre un historia de muerte, pobreza e indefensión, porque, ¿quién no está indefenso en esa peli? Hasta uno queda desarmado.

 Ahora, sumo a esto que después de ver la peli, no pude evitar la tentación de irme a una de las fuentes: Boris Vian. Hasta ahora, todo va bien: estoy leyendo El arrancacorazones (1962) y creo que el autor, a quien intuyo ver también en la cinta, es creativo en el cinismo y en el absurdo: en el libro, hay un pueblo que ‘maltrata’ a los niños hasta la muerte pero todo hace parte de una tradición, es normal; en la película, el amor –de Colin, pero también de Chick– se pierde en la incomunicabilidad. Y, es que, aunque las imágenes de ambas fuentes, la escrita y la cinematográfica, sean bellas, no se escapa ni se pierde lo doloroso de la experiencia humana. Ese logro es admirable. Creo, entonces, que esta fusión Gondry/Vian muestra una parte de la vida: la simultánea existencia de la fiesta y de la muerte, de la dicha de respirar y del inminente cese de la misma respiración, del fragor que produce Duke Ellington en la panza, y el seguro desvanecimiento de esa sensación, en algún momento del día…

Finalmente, solo me resta decir(me) que esta y otras visiones se alimentarán si seguimos a estos creadores y rastreamos más de sus obras y de lo que tienen para decir de ellos mismos y de nosotros. En esa ‘locura’ que hace que algunos espectadores se levanten de su silla y se vayan de la sala de cine, o que otros lectores cierren el libro y lo descarten, está una palabra, está una lectura del mundo desde la ironía y la ilusión. Espero haber podido comunicar algo claro: tantas ideas confusas me asaltan…

Haz click en la imagen para ver el trailer.

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