
Para celebrar esta temporada de premios al cine, compartimos en Siete y Medio una entrada triple sobre una de las películas nominadas: Blue Jasmine (2013). Esperamos que disfruten estas diferentes miradas a la película de Woody Allen.
Gloria Morales

Rafael Méndez Romero
Después de haber quedado muy desilusionado con To Rome with love (2012), la última de las películas del impetuoso y único Woody Allen (una serie de navegaciones en Europa donde, sin demeritar a los actores, el principal protagonista siempre fue alguna ciudad capital del viejo continente), pero recordando lo satisfecho y contento que quedé con Midnight in Paris, el mes pasado decidí ir a reconciliarme con el newyorkino a propósito de su nueva película Blue Jasmine. Aunque en general, la crítica española no fue muy buena, incluso sabiendo que en taquilla le fue muy bien, Woody Allen, a la manera de Almodóvar, nos recuerda que es un director de amores y odios. Para mí es uno de los más plausibles del cine moderno.
Con Blue Jasmine reconfirmé mi reciente gusto personal por el drama, ¡¿quién lo creería?! El buen drama, permítanme corregir. Este filme no es más que el recuerdo (y la cachetada) sobre nuestra propia crisis de pensamiento. Allen reprocha de frente al dios dinero, a la apariencia, a lo banal y a lo fácil. Enfatiza el miedo del ser humano hacia el fracaso, la incertidumbre y la debilidad, pero también su capacidad para levantarse y seguir. Todo ello materializado en la figura de la gran Cate Blanchett, mi preferida para el Óscar por su papel protagónico en esta película. Vale la pena dejarse sorprender por este fracasado cuento de hadas, el que muestra al ser humano frágil, roto, débil y real. Sin duda, una más al grupo de las mejores películas de este director.
Javiperezosorio
No podemos dudar que Woody Allen es un director y escritor que ha superado el paso de los años sorprendiéndonos siempre con pequeñas obras maestras en medio de su prolífica producción cinematográfica. En cada una de las últimas cuatro décadas podemos encontrar, al menos, dos películas memorables por cada una de ellas: Annie Hall y Manhattan en los 70’s, Hannah and Her Sisters y Crimes and Misdemeanors en los 80’s, Husbands and Wives y Bullets Over Broadway en los 90’s, Match Point y Vicky Cristina Barcelona en los 00’s, y Midnight in Paris y Blue Jasmine en lo que llevamos de esta década. Creo que Blue Jasmine es, sin duda, una de estas películas memorables, en las que con sencillez Allen irrumpe en nuestra vida con personajes magistralmente creados para intérpretes que, cuando dan la talla, son simplemente inolvidables. Blue Jasmine ha generado en mí un impacto agridulce: he degustado la simpleza de la realización, los diálogos profundos en medio de las situaciones cotidianas, ese sentido del humor tan propio (a veces incomprendido) de Allen, la bella música y los paisajes de San Francisco y, sobre todo, la soberbia actuación de Cate Blanchett, que se mete en la piel de un complejo personaje; pero, por otro lado, he sentido el dolor de la bofetada que es la realidad que devela esta historia. La vida de Jasmine es un golpe que permite reconocer hasta dónde nuestro mundo de hoy le dado el poder al dinero para configurar nuestra identidad (Jasmine realmente se llama Jeanette, pero su nombre no coincide con sus aspiraciones), nuestros anhelos, nuestras alegrías, nuestras decisiones. El dinero que construye un estilo de vida marcado por la apariencia, que ha de ser mantenida a toda costa a pesar de cuán innegable es la realidad. El dinero que ha terminado uniendo como una misma cosa lo que somos y lo que tenemos. Sin duda, la historia de Jasmine es la historia de muchos, tal vez no por haber perdido súbitamente la riqueza, sino por esa idea irracional que se ha implantado en la cabeza de todos que nos mueve a vivir algo «substancial», como dice ella, pero relacionando esto directamente con esa aspiraciones de poseer más. Tristemente, la imposibilidad de renunciar a esta deseo de tal estilo de vida sostenido en el dinero, es la condena de esta mujer que termina perdiendo todo el sentido y tornándose en una desquiciada. Lo increíble, para mí, de la lucha de esta mujer es que, a los ojos de mundo de hoy, es realmente legítima, pues al final, ¿no se trata de eso la vida, de «progesar».