Un hombre se encuentra alegremente con el reflejo de sí mismo cuando niño, comenzando un juego que le hace saltar y moverse en medio de una ciudad donde los demás habitantes aparecen con rostros rígidos y serios. Para este hombre, seguir a su niño interior se convierte en algo cada vez más difícil, especialmente por la oposición de los demás, que intentan quitarle la alegría infantil que lo acompaña.

Creo que no hay mucho que decir sobre este corto que, en menos de cinco minutos, nos conecta con una experiencia que, la mayoría de nosotros (si no todos), hemos tenido. Se trata de la representación de ese difícil paso de la infancia a la adultez y de la lucha cotidiana de no soltar lo que cada uno realmente es.

Este cortometraje es el ambicioso trabajo de grado de Bosmat Agayoff y Alon Zivcomo, quienes han usado técnicas digitales para hacer una animación que parece tradicional. Sin duda alguna, la finura de su técnica nos permite conectar rápidamente con una historia que toca el corazón.

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