Gabriel García Márquez dice que «recordar es fácil para el que tiene memoria, olvidar es difícil para quien tiene corazón». Los recuerdos nos acompañan todo el tiempo, son huéspedes que se han instalado en nuestro interior. A ellos nos referimos en el día a día, a veces para poder marcar un número telefónico, pero muchas veces para hacer presentes a personas que ya no están cerca de nosotros, para revivir momentos que nos han marcado bien sea por gozosos o por dolorosos, para intentar retener aquello que ya ha muerto. Los recuerdos son parte indispensable de la vida y todos cargamos con un buen manojo de ellos. Por eso es tan triste, es una tragedia, la enfermedad del olvido. A causa de una enfermedad neorológica o de un anhelo de borrar el pasado, olvidar siempre arrastra consigo un poco del amor. Sí, porque quien olvida deja de amar, deja de tener corazón.
Apricot (que significa albaricoque) es un corto de 2010 que nos lleva al mundo de la memoria, ese lugar casi de ensueño al cual nos vamos y volvemos continuamente. Nos encontramos, entonces, con una pareja que dialoga apasiblemente en medio de una cena. El hombre comienza a indagar sobre los recuerdos de ella: ¿recuerdas tu primer amor? Ella, reticente en un comienzo, se adentra en ese lugar luminoso de su pasado, realizando un viaje instantáneo a esos momentos de su historia. Sin embargo, la conversación comienza a ponerse más tensa entre más preguntas él va haciendo.
Esta producción fue realizada (escrita y dirigida) por el australiano Ben Briand, quien ya tiene en sus lista diversos cortometrajes y otros trabajos llamativos en fotografía. En Apricot se muestra la calidad de su trabajo. Por un lado, la cinematografía del corto es llamativa por los matices tan distintos que da a los dos espacios y momentos que atraviesan la historia: mientras la pareja se encuentra en un restaurante oscuro, donde los demás comensales son sólo sombras indefinidas, la pequeña niña y su amor primero viven en un mundo luminoso, bañado por la luz del sol atardeciendo y los colores propios del bosque. En ambos momentos predominan los planos cerrados, los desenfoques adrede, que le dan un matiz íntimo que permite viajar con esta hermosa mujer a través de su memoria. Otro elemento importante es el diálogo de esta pareja, porque es preciso y ajustado, lleno de hermosas frases («He could stare at the sun longer than anyone I ever met») que van hilando el encuentro entre los dos. Finalmente, creo que la música, realizada por Basil Hogios, es hermosa y está hecha a tono con la narración que las imágenes van trasmitiendo.
Sin duda alguna este corto está hecho para que quien observa traiga a sí sus propios recuerdos, para que le ponga un antídoto a la grave enfermedad del olvido… Por eso, sólo les queda verlo y responderse: ¿y tú qué recuerdas? ¿Recuerdas tu primer amor? ¿Recuerdas tu primer beso?

Me gusta la sinopsis y la descripción realizada! Sigo muy de cerca el blog aunque no comente tan seguido! Gracias por el trabajo que realizan.
Me gustaMe gusta
Muy bueno. Es de estos cortos que invitan automáticamente a recordar y evocar el pasado. Yo siempre he sentido especial aprecio por los recuerdos, son ellos mi herramienta para definirme, por lo menos con cierta facilidad. De corto me gusta, al igual que usted, la importancia que se le da al color. La memoranzas tienen el mayor de los pesos están cargadas de color y son sin duda el protagonista de la idea de Briand.
Me gustaMe gusta
Y me enamoré perdidamente de la protagonista. 😉
Me gustaMe gusta
Excelente la música, me encanta.
A veces me pregunto, ¿cómo quiero recordar este momento en un futuro?
La respuesta es algo parecida a lo que muestran los recuerdos de la protagonista, recordar con alegría, con un poquito de nostalgia, pero a la misma vez, como en el final de este corto, son esos recuerdos y esos momentos de simple «felicidad» los que nos llevan a vivir y a construir muchos recuerdos más.
Me gustaMe gusta