
Me encantan las películas que retratan historias sencillas de la vida, sin adornos digitales extraordinarios, contando únicamente con la fortaleza de unos grandes actores y la belleza de una fotografía bien lograda (aunque este no sea el mayor fuerte de esta película en particular). The Kids Are Alright, dirigida y coescrita por Lisa Cholodenko, es ante todo una historia sobre esa tarea personal que, de alguna u otra manera nos atañe a todos: hacer familia. En esta tarea aparece como protagonista el amor, manifestado aquí a través de una diversidad de rostros, sentimientos y opciones de vida. Asuntos tan profundos son plasmados con humildad a través de diálogos aparentemente irrelevantes y, especialmente, a través de un sútil sentido del humor que refresca la totalidad de la historia.
La historia: Se trata de una familia poco convencional, pues está conformada por una pareja de lesbianas, Nic y Jules, que tuvieron dos hijos, Joni y Laser (¡qué nombre!), con quienes viven en una extraña armonía. La película parte del matrimonio homosexual como un hecho, saltándose todo el debate cultural que esto pueda presentar, adentrándose en los conflictos que surgen en esta familia que vive en un suburbio de California. Las relaciones que tienen estos cuatro personajes se ven alteradas cuando Laser, el hijo menor, insta a su hermana a buscar al hombre que donó el semen para que sus madres los tuvieran. Luego de un primer encuentro con el «donante», Paul, los muchachos empiezan a construir una relación más cercana con él. Esta situación saca a relucir todo lo que cada uno carga por dentro, sus cosas perturbadoras, pero también la fuente de su amor. El desarrollo de esta historia es intenso; está lleno de una franqueza generosa que trasluce con claridad la interioridad de cada una de estas personas. Y, como siempre, sólo basta un poquito de apertura en el espectador para que lo puesto en pantalla se inmiscuya sin darse cuenta en su propio interior.
La actuación: Uno de los elementos más significativos de esta película son los actores. Los cinco papeles principales son interpretados con gran maestría por actores de gran calibre, especialmente los veteranos que encarnan a los adultos. Por un lado tenemos a la pareja de lesbianas: Annette Bening (Nic) y Julianne Moore (Jules). Las hemos visto en muchas películas, actuando siempre en diversos papeles, varios de los cuales les han valido a ambas nominaciones al Óscar. A la primera la recuerdo de manera especial por su actuación en American Beauty (trailer), pues le imprime una fuerza impresionante a su papel. Lo mismo sucede con Nic, pues me sorprende la facilidad y maestría con que puede interpretar a una mujer que quiere tener el control de todo, que revela en cada movimiento y mirada tal intención, pero que a su vez se resquebraja por completo en los momentos que no tiene nada en sus manos. Al lado está Moore, que representa muy bien el papel de mujer insegura con anhelos de encontrarse para sí misma un lugar en el mundo, en su propia familia. Al lado de ellas está Mark Ruffalo, quien también retrata con mucha verosimilitud la vida triste de este hombre sin rumbo que termina enterándose de que es padre (o al menos de que el seman que donó terminó siendo usado) de un día para otro. Finalmente, los dos jóvenes de esta película, con perfil de ídolos de los jóvenes de hoy en día (todo por cuenta de las mega producciones en las que también han participado recientemente), pero que demuestran que tienen peso actoral. Mia Wasikowska y Josh Hutcherson estarán en nuestras pantallas cada vez más presentes.

La buena combinación de estos cinco actores queda manifiesta en la mayoría de escenas, pero destaco de manera especial aquellas en las que se encuentran los cinco, porque son una delicia. Los más mínimos detalles de sus interpretaciones nos muestran cuán compenetrados están con las personas a las que les dan vida. Eso es ser un actor de verdad: cuando no te das cuenta de que aquel a quien ves, de hecho, es una persona totalmente distinta.
La vida: No sé bien cómo describirlo, pero al ver una película de estas no puedo dejar de sentirme vivo. Sin lugar a dudas tiene que ver con la «montaña rusa» que implica montarse en los sentimientos que despierta. De la alegría se pasa a la angustia, de la rabia a la compasión, del sinsentido a la esperanza. Sin embargo, no es sólo eso. Creo que, al final, me siento vivo porque recuerdo que sólo es posible encontrar ese lugar en el mundo, esa familia que se anhela, cuando se parte del propio corazón, herido y maltratado, pero siempre capaz de hacer lo suyo.
Por estas razones (y por muchas más que están allende mis pequeñas reflexiones), creo que esta película que comenzó siendo de un carácter más bien independiente (fue estrenada en el Sundance Film Festival de 2010), tuvo una inmensa acogida entre el público especializado y el de a pie. Los invito, entonces, a que le den una mirada si aún no lo han hecho, a ver qué sienten ustedes…
Tuve la oportunidad de ver anoche esta maravillosa película. Me encontré con un melodrama sencillo, honesto y divertido. Me siento altamente identificado con el tema pues ya me he encontrado conmigo mismo en ocasiones preguntándome: ¿Y tú cómo quieres que sea tu familia y qué vas a hacer para que ello suceda?
La película fluye sin darle mayor importancia al vínculo gay, lo cual me parece sensacional, pues creo yo que el objetivo es otro, hacernos pensar sobre la institución familiar.
Hace unos años conocí, mientras trabajaba en los Estados Unidos, a Colleen y Anne, una pareja casi idéntica a Nic y Jules, con un par de hijos bellísimos: Izzy y Ben. Jamás he conocido un par de madres más entregadas a sus niños que ellas dos. ¡Aprendí mucho de ellas! Sin duda las recordé con mucho cariño, mientras disfrutaba de la peli.
¿Pensar en hijos y familia es ya estar viejo?
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