Un hombre parapléjico de Florencia, Caquetá, decide hacer justicia por su propia mano: armado con dos granadas secuestra un avión que va desde su ciudad hacia Bogotá, con la intención de reclamar al Estado (¡su plan es entrevistarse con el Presidente de la República!) la indemnización que nunca ha llegado por la bala que, según él, provino de un policía y lo dejó postrado para siempre en una silla de ruedas. Esta es la historia de Porfirio, la película colombiana realizada por Alejandro Landes, que recientemente ganó en el 52° FICCI en las categorías de Mejor Película y Mejor Director.
Aunque parezca una interesante ficción, la película en verdad retrata los hechos acaecidos en 2005, cuando Porfirio Ramírez hizo el intento de secuestrar junto a su hijo un avión de Aires para reclamar lo que creía merecer. Sus demandas no se cumplieron, pero el país conoció a través de los medios «aeropirata minusválido», que a la postre fue condenado a ocho años de cárcel domiciliaria.

La película estuvo rodando por diversos festivales internacionales durante todo el 2011, pero el hecho de haber ganado en el 52° FICCI ha generado, en algunos, una cierta inconformidad. Cierto es que la película, dicen quienes la han visto, hace un retrato extremadamente crudo de la realidad de Porfirio (que dicho sea de paso, es interpretado por el verdadero Porfirio Ramírez), con un tinte marcado de documental, con lo cual su historia su desarrollo narrativo tiende a desvanecerse. Sin embargo, el jurado del 52° FICCI, integrado por Claire Denis, Hector Babenco y Dennis Lim, ha mostrado con claridad que esto criterios no son el todo cuando se trata de apreciar una película. Ellos han dado a entender que el cine no sólo tiene una función estética (cosa que también se encontrará en Porfirio), sino también política. La historia de este hombre que va por la vida en silla de ruedas no es otra cosa que la denuncia a los cuatro vientos del olvido en el que viven miles de víctimas del conflicto en Colombia.
Por esta razón, quiero invitarlos a que sean valientes y se atrevan a ver Porfirio. No se tratará de una opción fácil, pero vale la pena aprovechar que premios como el que ha ganado esta película obligan, de alguna manera, a que los distribuidores comerciales incluyan este tipo de realizaciones en su oferta. Dejémonos interpelar por la realidad en la que vivimos, que tan crudamente aparece en Porfirio.